lunes, 27 de enero de 2014

EL VASO QUE NUNCA REBOSA

Alguien con muy buenas intenciones dijo que el capitalismo mismo iba a corregir sus propios fallos. Era como un vaso que al rebosar derramaría generosamente el contenido sobrante entre los que tuvieran menos.
 

Algo muy bonito que nunca se cumple. Y la razón es muy sencilla. Cada vez que el vaso va a rebosar se le cambia por otro mayor. Por egoísmo o por la misma dinámica de la competencia. El que se detiene y pone freno es absorbido por otros más ambicioso que por haberlo aumentado de tamaño tiene siempre el vaso por llenar.

El resultado es que en el mundo en general y en cada nación en particular el crecimiento constante de la economía siempre va a parar a ese 10% más rico.


¿Cómo en la práctica se realiza esta nula repartición de lo que se supone sobraría?.


Con las políticas de austeridad, de reducción de gastos (generalmente sociales) y el aumento de impuestos hay una trasferencia continuada de las clases de más bajo nivel económico a las más pudientes.


Se nos impone que el crecimiento de la competitividad de las exportaciones se haga con bajos impuestos a ellas (un ejemplo es la soja) o con las bajas de salarios en fábricas y talleres.


Esto último nos arrastra al llamado “contrato de cero horas”, por el los empleadores pagan solamente las horas de trabajo que ellos necesitan, obligando a los trabajadores a estar disponibles a todas horas cuando los necesiten.


Son algunos ejemplos para que los vasos nunca rebosen.


Sea cual fuere el método empleado o se consigue que el vaso rebose fomentando la virtud de la equidad en bien de los más desfavorecidos o nos hundiremos en una economía inestable, en una sociedad siempre con protestas y denuncias y en una política bloqueada. 


En el fondo esa bomba de tiempo social que nadie quiere, pero que el 10% más ricos pareciera despreciar.

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