miércoles, 20 de noviembre de 2013

UNA VIDA SIN SENTIDO, NO TIENE SENTIDO



 
Es una misma palabra empleada de dos maneras.
Sentido como sinónimo de  tener una meta en la vida. Sentido como si vale o no esa misma vida.
Comienzo por lo segundo. La vida tiene que sentirse que vale. Sin ello, tenemos la sensación de vernos con las manos rotas y sin nada en ellas. De sentirnos una inutilidad. Cosa que no recomiendo a nadie. 
Pero, en realidad ¿qué nos da este sentido de plenitud?
Si dijera que momentos desconectados de felicidad, no diría todo. Tiene  que ser algo que abarque todo  lo principal.  Desde lo esencial de comer y vestir hasta el cariño de los que nos rodean, pasando  por un quehacer que nos entusiasme. Y todo esto  expresado en una causa que lo una.
Vivir haciendo zapping, no es vivir. El ser humano  exige una continuidad  de vida, fuerte y creciente, que unifique  a los años tras una    utopía.
Para los creyentes en Jesús, él es nuestro ejemplo.
Su vida adquiere unidad al servicio del Reino de Dios. Todo lo que hace tiene un significado y una fuerza   apasionante desde esta realidad.
Jesús no enseña una  doctrina religiosa. Está apasionado por una  vida más digna para todos. Busca con todas sus fuerzas que  los  deseos de Dios de justicia y de misericordia se vayan extendiendo y haciéndose realidad  con alegría.
Jesús proclama que esa voluntad de Dios de felicidad  para todos “ya está presente  entre nosotros”.  Lo que hace falta es que nos dejemos  llenar de ella. Seguir a Jesús es aceptar en libertad esta Utopía y luchar por ella.
Y, vuelvo a lo del  comienzo. Los hombres y mujeres, que dejaron una huella en la vida, dieron un sentido a sus vidas. Este  no tiene que ser el mismo ni expresado en las mismas palabras, pero siempre ha de ser positivo: abierto al bien de los demás y propio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario