viernes, 10 de febrero de 2012

EL PEGADOR


No me estoy refiriendo a ningún boxeador, que uniendo técnica con fuerza haya sido campeón.


Hablo de un hombre gordinflón o flacucho, enano o gigante, ignorante o intelectual, desempleado o empresario, da lo mismo que sea de color o blanco. Me estoy refiriendo a un hombre común que tiene algo muy malo: pega y maltrata a su pareja o a sus hijos, o a los dos.


Un ser repelente al que tienen que aguantar todos porque es el que mete la plata en la casa o porque no mete ninguna, pero que no se va de ella porque no tiene vergüenza.


La semana pasada uno de ellos fue a buscar a su pareja y la golpeó. Por supuesto que lo pusieron en la calle, pero se quedó afuera esperando el segundo round. Tenía celos.


Esta es una especie humana que repite su error una y cien veces. En ocasiones llora y se arrepiente. ¿Lágrimas, como dicen, de cocodrilo?. Más bien esa paradógico de que el ser humano (animal racional) es el único animal que tropieza dos veces, y muchas más, en la misma piedra.


Por otra parte la sociedad como institución no ayuda demasiado a evitarlo. Hasta no hace mucho la razón en estos problemas la tenía siempre el macho. Gracias al coraje de las mujeres esto parece, en teoría, haberse solucionado.


Pero, en la práctica, no suele haber solución. Algún policía se ha reído cuando la mujer fue a pedir auxilio. “¡Algo habrá hecho Ud.¡”. No se toma en serio que aquel energúmeno, por sentencia del juez, no se puede acercar a su ex pareja o hijos a menos de quinientos metros. Y como no se logra por mucho tiempo la manutención para los hijos menores, tampoco se logra el respeto para siempre hacia esa mujer.


El hombre pegador abunda demasiado entre nosotros. Con él no valen las palabras. Tal vez, porque le gusta tanto pegar, la solución sería ponerlo a boxear con un profesional. Y que se atenga a las consecuencias.

1 comentario:

  1. Se ha convertido en una lacra social que no conoce fronteras ni entiende de ámbitos sociales. ¿Por qué, Dios mío, por qué?

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