viernes, 4 de febrero de 2011

LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNES


Hace muchos siglos ya lo dijo Aristóteles: “Lo que es común recibe el mínimo cuidado”. Y este pensamiento ha echado raíces en nuestra cultura paraguaya: pobres bancos de las plazas, flores de los jardines, servicios públicos, dinero del estado, objetos de una oficina o centro de estudios al servicio de todos.

Por supuesto, que esto también ocurre a nivel del planeta Tierra. Es de todos, pero nadie la cuida. Pensamos que su naturaleza no tuviera límites y que fuera como un almacén de donde sacamos de todo, suponiendo que otros, ¿quienes?, fueran a reponer lo que falta.

Cortamos todos los árboles que podemos, contaminamos sin misericordia el suelo, el aire y las aguas. Todas estas cosas comunes, al ser de todos, son mías. En la práctica son de nadie, por eso hacemos lo que se nos antoja.


Hasta aquí he hablado de bienes comunes materiales, Pero, sucede lo mismo en todo lo que se refiere a los bienes comunes sociales, aunque al revés. En ellos el fallo no está en actuar con irresponsabilidad en su uso, sino en el impedir que otras personas lleguen a ellos como les corresponde en justicia.

Gobiernos y multinacionales cierran la puerta a la tierra, agua, trabajo, educación, emigración, etc… y solamente dejan entrar a los que económicamente les conviene.

Un Aristóteles del siglo XXI hubiera dicho “De lo que es común una minoría suele apropiarse”.

1 comentario:

  1. Este mal no sólo es endémico, sino mundial. Ni le cuento cómo lo practican mis compatriotas, si bien una minoría que se puede contar con los dedos de las manos se salva.

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